miércoles, 18 de noviembre de 2015

Memoria desactualizada





Mario Celis
Tras un par de meses transcurridos desde el lanzamiento del libro San Bernardo Memoria y actualidad, editado en Agosto 2015 por el Departamento de Cultura y turismo de la Municipalidad de San Bernardo, el análisis esta publicación se ha convertido en un buen motivo para hacer reflexiones y expresar opinión sobre la cultura local. 

Con innegable empeño, la actual administración comunal, se ha propuesto revalorar elementos de la cultura local, que en otros periodos no tuvieron muchas acciones concretas. 

Pero ese anhelo, se extravía en otros objetivos, lejanos a la búsqueda de creación y desarrollo cultural. 
Es en aquel cumulo de conceptos, de frases, donde radica el problema de esta concepción municipal de la cultura, que hemos explicado en otros artículos.
El discurso cultural local, al estar subordinado a la agenda político - administrativa y a una construcción simbólica anacrónica sobre la identidad, repite afirmaciones, que se enredan en sus propios supuestos. Tras el cerrojo de un puritanismo normativo y un afán por la masividad, la identidad cultural que se nos presenta, paradójicamente impide conocer las profundidades de nuestras identidades, los matices de nuestro pasado y nuestra realidad actual como ciudad.



EL AYER, TAN LEJOS DEL HOY


Pero, para entender mejor, vamos a la publicación en cuestión: Partamos por valorar la excelente edición en papel couché. Su brillantez ayuda a mitigar el tema de las erratas, los errores de digitación, ortografía o la corrección de estilo, que ya constituyen un clásico de estas ediciones, frecuentemente apremiadas por la prisa.
El libro parte con un prólogo, (Págs. 7 y 8) lleno de llamativas afirmaciones, que lo definen como fruto una metodología de investigación, anunciando ser una radiografía, que “muestra una representación real de la ciudad”, con “mayor grado de objetividad” y “criterios amplios e integradores”. 
La idea central seria conjugar el pasado con lo contemporáneo (idea que me suena familiar). Se menciona una “disciplina historiográfica de reciente creación; la del tiempo de hoy” (?). 

Particular marco teórico para un proyecto gestado bajo cierto silencio y que sorpresivamente, se propone unir la acostumbrada añoranza por el apacible pueblito de antaño, con la riesgosa jungla del San Bernardo de hoy. 
Pero aquí no es esperable la unión de lo antiguo con tendencias artísticas nuevas, o la multiculturalidad de hoy. 
Conocida es la distancia que ha tenido la cultura municipal frente a la cultura de estilos actuales, o el arte que refleja problemáticas de nuestra época. 
Si hasta expresiones hoy tan longevas como el rock, el hip hop periférico, la instalación, o el teatro popular, parecieran ser demasiado nuevas o “coléricas” para este enfoque. 
En este imaginario cultural de casona patronal, con pretensiones versallescas, el calce con el término “contemporáneo”, se ve muy difícil.

En la introducción se intenta esbozar un concepto de identidad. En un arranque de intelectualidad se cita al sociólogo Manuel Castells, que da protagonismo a la ciudadanía como constructora o negociadora de identidad frente a las instituciones. Veremos luego, lo lejana que esta esta cita, del concepto de identidad que guía este libro. 


HISTORIOGRAFÍAS DEL SAN BERNARDO OFICIAL
En páginas de diferente color, se incluyen dos textos sobre historia de la ciudad, ambos divididos en dos partes, que podrían haber sido perfectamente todo el libro. 

Inicia la revisión histórica un texto del investigador local Gabriel Salazar Soto: Notas sobre las constantes políticas sociales en el devenir de la ciudad de San Bernardo (1821 – 2015), 

Este texto presenta episodios novedosos, con lograda precisión en la mayoría de los datos, según un buen número de fuentes. El aporte de esta y otras investigaciones de Salazar Soto, constituyen un avance en la historiografía comunal, al entregar una visión más amplia de la ciudad, ubicándola en diferentes contextos del país.
No obstante, la falta de revisión rigurosa de la redacción, deja pasar imprecisiones de estilo, que dañan la consistencia del texto y hacen dudar sobre la objetividad prometida en el prólogo. 

El uso de términos como “extremistas” (Pág. 65), o el eufemismo “gobierno central”, denotan un lenguaje, que carga con algunos resabios de épocas oscuras para la cultura. Intencional o no, la tendencia continua, al leer párrafos como: “Durante la UP San Bernardo se vio afectado por las políticas de abastecimiento” “Las JAP abastecían y monopolizaban los bienes de consumo…


¿Cómo puede formarse una opinión un lector joven, sobre si el tema del desabastecimiento en San Bernardo era una política de la UP o un efecto del acaparamiento y especulación? 


Incluir un tema tan controversial requeriría cierta mínima neutralidad y evitar frases tan obsoletamente tendenciosas. Sobre todo porque a estas alturas, está suficientemente claro que la demonización de las JAP y las colas, eran parte de la creatividad de Dinacos en la TV de los 70 y 80 (como el inexistente “Plan Z”, los numerosos falsos “enfrentamientos”, o la virgen de Peñablanca).

De cualquier forma, la mención del mercado municipal se agradece, ya que deja al descubierto un vacío de información y análisis histórico, que por años ha afectado a uno de los elefantes blancos de la ciudad. Sobre su auge y las causas reales de su abandono y decadencia, sucesivas administraciones tendrían mucho que contar. 
Cabe preguntarse: ¿Cuál es el carácter de este libro? ¿Será este un libro de visión ideológica?



Es muy probable que el autor del texto no tenga ninguna intención de dar una tendencia política a este, ni otros temas. Sin embargo el texto queda cubierto por la niebla de las diferentes finalidades que constituyen el total del libro, donde se percibe una visión o tendencia (más a la diestra, por cierto) –-. Y aunque esta visión – intencionada o no – pudiera ser en este caso poco clara o denotar inconsistencias, es el balcón desde el cual el municipio mira la ciudad y la cultura.


El segundo texto es del reconocido historiador local Raúl Besoaín, titulado: La cultura en San Bernardo desde 1980 hasta hoy. 
Demostrando su experiencia en la precisión de datos y uso del lenguaje, el autor nos presenta un registro actualizado, sobre algunos de los más recientes artistas y centros culturales. 
Señalando que en estos últimos períodos habría existido una actividad cultural incesante, a diferencia del resto del país, recalca que la ciudad no habría sentido el apagón cultural. 
Esta afirmación, que podría abrir un interesante debate, se sustentaría con la ordenada enumeración de varios nombres destacados, principalmente habitantes del centro, en disciplinas de las bellas artes. 

Esta mirada no se propone ahondar en la relación de estos nombres entre sí, ni con los movimientos o contextos político - sociales en que se insertan, sino presentarlos de forma didáctica como baluartes de la ciudad, que precisan reconocimiento.
La valoración de estos artistas y entidades, parece estar en su origen sanbernardino, su capacidad para desarrollar su arte, habiendo nacido en la comuna y trascender al nivel nacional o internacional. 

Es de justicia recalcar que estos dos textos, aunque se muestren alineados en la lógica oficial, son trabajos de autor, que avanzan en la búsqueda de cierta mirada de actualidad, evitando quedarse en la simple efeméride. También emplean mayor rigurosidad.
Aunque no es fácil para estas miradas, demostrar que no están condicionadas a determinados discursos, todo eso los sitúa con un pie afuera de la acostumbrada cultura oficial.



Su aporte debe analizarse como independiente de esta edición y entenderse como parte de la base historiográfica de la ciudad. A la espera de que estas miradas puedan ser profundizadas y actualizadas por otros nuevos trabajos.

Por ahora y en este caso, la responsabilidad por cualquier imprecisión, falencia teórica, prolijidad y coherencia de ambos textos con el libro, como del resto de sus páginas, recaen mayormente en el editor, quien tiene la decisión final sobre del original que va a impresión.



EL MITO DE LA CIUDAD SITIADA


Volvamos a la visión desde el balcón de la que hablábamos. Esta visión resurge al mencionar un tema clave en la comprensión de la actualidad, que en uno de los textos queda bastante confuso: El fenómeno del crecimiento de población de la ciudad (Págs. 66, 67).

Se habla de “el arribo de campamentos” sin precisar el carácter obligatorio de las “erradicaciones” y pasando por alto la política de subsidios habitacionales, incrementada en el período democrático. 

Este proceso es quizá, el centro de la mitología esgrimida por este concepto de identidad cultural del pasado dorado: La llegada “voluntaria” de una masa pobre, que un día irrumpe, cual horda de barbaros en el pueblo apacible y culto. Como si San Bernardo hubiese sido una especie de Florencia republicana, cuyos barrios históricos habrían quedado rodeados por los recién llegados. Ellos habrían traído la incultura y la delincuencia. Incluso se les atribuiría la destrucción del patrimonio arquitectónico.

Todo esto durante más de tres décadas, sin que las autoridades se enteraran, ni pudieran evitarlo.
Pero gracias al rescate de la memoria y de la identidad de las antiguas familias, y gracias al aparato asistencial, la ciudad habría sobrevivido. Según esta lógica, hoy los barbaros sin identidad, mantenidos a raya, tendrían la posibilidad de educarse, integrarse, aprender de la historia del centro, adoptarla como propia y convertirse tal vez, en verdaderos sanbernardinos.




IDENTIDAD MULTIPROPOSITO
Avanzando en las páginas nos encontramos con la descripción de lugares, arquitectura e instituciones como una misma cosa, que nos hacen preguntarnos ¿Por qué están incluidos en un libro de cultura local, los regimientos, las comisarías, los centros de salud, las compañías de bomberos, las escuelas, las iglesias? ¿Por qué tienen una reseña con fotografía, mientras que sobre los centros culturales, apenas se mencionan unos cuantos en tres décadas? 
¿Qué ocurrió con la cultura, con el arte, con los movimientos artísticos locales en todos estos años? 
Entendiendo qué la mayor parte de estos lugares no son, ni han sido focos de cultura. ¿O lo son? Pero y ¿Cómo? 
La anunciada investigación no debería explicarnos ¿de qué manera una piscina es un espacio de cultura? o ¿Cómo se refleja la identidad en una pista de bici cross? 
Si no es posible explicar hechos clave, como la demolición del Seminario San Clemente, ¿no debería al menos, no incluir interpretaciones parciales?, como afirmar que fue a causa de una decisión de la propia congregación (Pág. 91), obviando las razones, y a quienes ejercieron las presiones y decretaron la medida.

Ya cruzando la mitad del libro, queda claro que no tendremos claridad sobre lo que estamos conociendo, ni sabremos los por qué, ni los aciertos o errores, auges o vacíos de la cultura local. 
Pero si entenderemos que el concepto de identidad que se maneja, es bastante elástico, multipropósito. Si la identidad es todo lo que somos, todo lo que hacemos, todo lo que vemos, ¿será un error vincular la identidad a la cultura? 

“Es que la cultura es todo” se ha escuchado decir a algunas voces locales. Según esto la identidad también sería todo, o cualquier cosa.
Pero si así fuera, ¿no debieron incluirse en este libro, algunas fotos del mall o de nuevos proyectos inmobiliarios, algunas bandas de asaltantes o mecheros (para muchos, lo más típicamente sanbernardino), fotos de árboles talados, o la señora que arrojó el carro de compras a los guardias del supermercado?

No, porque aunque la cultura abarca todo y desde una mirada antropológica todos nacemos en una cultura, sea que lleguemos a dominar el latín o seamos analfabetos toda la vida. Es decir, nuestra cultura puede ser la riqueza, o la escasez cultural del medio. 
Pero para efectos de la producción, estimulo o desarrollo de la cultura desde las entidades dedicadas a ello, no todo puede ser presentado como cultura, ni como identidad (por suerte).



La mayoría concuerda en que la cultura que se debería fomentar es aquella riqueza que queremos entregar a los niños, aquella que nos ayude a mejorar como sociedad, que fomente la curiosidad, el sentido crítico, la creatividad, etc.

Sin embargo, esto no significa que esta selección de contenidos culturales se transforme en exclusión o censura. Ninguna instancia con poder puede decidir antojadizamente que cosas corresponden o no al orgullo comunal, o cual es “cultura positiva para la comunidad” y cual no. 
A menudo se esgrime el argumento de que no es bueno mostrar lo negativo de la comuna, sino “aquello de lo cual nos sentimos orgullosos”.

Aquí es donde se produce el problema, cuando se cree que para alejar lo negativo (pobreza, delincuencia, ignorancia) se debe fomentar únicamente una cultura que añora el tiempo cuando nada de eso existía, una cultura del discurso dominante, una cultura de salón, de internado, de estatuas, y de huaso elegante… O por el contrario, regalar decadencia, espectáculo fácil con enormes parlantes.

Se crea esta ecuación: 

Cultura = Bienestar / Pasado………………….....................Incultura = Pobreza /Hoy.

Cultura = Barrios históricos/ Pasado…………………………………Incultura = Periferia/ Hoy.

Cultura= Lo clásico, lo sacro, lo folklórico criollísta, lo oficial. / Pasado
No cultura = El Arte Contemporáneo, Lo diverso (subculturas urbano periféricas, subculturas rurales, culturas inmigrantes, nuevas tendencias artísticas, medios e internet, etc.). / Hoy.

Esta lógica niega expresiones valiosas, niega las contradicciones, todo aquello considerado conflictivo, incomodo. Niega los porqués, niega lo social, toda la “periferia”, es decir casi toda la comuna, la comuna real y profunda. 
A cambio se nos ofrece entretención controlada, con la aspiración de acceder a las artes clásicas. O la añoranza de un pasado mejor, encarnada en ruinas sin vida. Se nos cuenta la parte linda de la historia, se nos pasea por calles arboladas que no denoten pobreza, o donde esta se vea teñida en colores sepia.

Volviendo la mirada al libro, comenzamos a pensar: ¿No será este un libro de fomento del TURÍSMO?
En el turismo se suele mostrar los mejores barrios y evitar los márgenes. Esto tal vez explicaría la ausencia en estas páginas, de la historiografía cultural de las zonas “periféricas”.


IDENTIDAD PARA NUEVOS SANBERNARDINOS
Pero el libro hace menos hincapié en el turismo y más en la identidad. Entonces si este no es un libro ni de ideología, ni de cultura, ni de turismo, ¿Será más bien un libro de IDENTIDAD?


Pareciera ser cierto que la identidad local no existe más allá de los límites del “San Bernardo antiguo”, solo pertenecería a ciertas familias, “antiguas familias sanbernardinas” o solo a los artistas que destinaron su obra a describir el bucólico paisaje semi rural, aristocrático o la nostalgia del desarrollismo industrial. Utopías que la gran mayoría no alcanzó a disfrutar.




El párrafo final de la contraportada deja muy clara esta visión: …un llamado a los “nuevos sanbernardinos” para que conozcan lo que fuimos y lo que somos. Solo de este modo se fortalece el arraigo, se fortalece el apego a una ciudad… “

El concepto de identidad única y totalizante, muestra aquella dimensión segregadora, que como hemos dicho, se ha instalado en nuestra ciudad.
No estamos frente a una “memoria colectiva”, sino frente a una “memoria selectiva”.

Conocer, apreciar y preservar lo antiguo, sería – según esta visión - el único modo en que los supuestos nuevos vecinos se integraran a la ciudad, que supuestamente no construyeron, ni les pertenece del todo. Son ellos, la mayoría, quienes deben integrarse a la minoría, aún hoy, a más de cuatro décadas de su llegada. 
Esta integración significa adoptar un modelo predefinido de cultura; la cultura comunal, donde las expresiones de arte también vienen formateadas en cierto criollismo o ciertas Bellas artes.
La adaptación, la experimentación, la creación, de cultura y arte propios, no se presentan como opciones para el “nuevo sanbernardino”. Su aporte esta negado, su producción cultural menospreciada.

Es decir, no constituye identidad su mirada como habitante urbano de villa Serviu, como inmigrante o sanbernardino de segunda o tercera generación, crecido en la modernidad, en la expansión urbana, en la tecnología digital. Nada de esto es considerado como parte fundamental de la cultura comunal. Tampoco cualquier expresión artística que hable de esto. Menos su bagaje identitario anterior; el de aquella familia que en los años 90, postuló a casa y emigro desde el interior de alguna región, o desde el todavía rural Puente Alto, por ejemplo. Ni pensar cuán difícil será la integración para un inmigrante extranjero, ¿Qué valor tendrá su carga cultural anterior, si no logra “sanbernardizarse”? 

Pero, extrañamente los exponentes del arte y la cultura municipal, se ven poco en este libro. En su lugar aparecen las recientes obras públicas y las instancias ligadas a la actual gestión municipal y especialmente a la Corporación de Educación y salud. 
Se cuida que ninguna instancia oficial quede fuera, aunque signifique omitir al grueso de los protagonistas de la cultura, que por cierto son más de una docena y nos faltarían páginas para describirlos. 
¿Podríamos entender entonces que se trata de un libro de Relaciones Públicas municipales? 

NADIE SABE PARA QUIEN TRABAJA
Me es imposible no señalar, que fui invitado por la Casa de la Cultura, para participar de la parte del libro referida a la historia de la cultura local. 


Ya había tenido la experiencia de aportar corrigiendo los textos del libro Artistas de San Bernardo Tomo I. Pero en esta ocasión, se trataba de un libro que describía la gestión municipal en cultura. Por lo tanto preferí abstenerme de participar, ya que esa función, les corresponde a quienes trabajan allí y/o a quienes se sienten identificados con esa línea. 

Pero principalmente mi abstención se debió a que me encontraba realizando una investigación, precisamente sobre el mismo tema a nivel provincial. 
Como mi trabajo intenta lograr una mirada crítica y neutral, con datos contrastados y rigurosos, era contraproducente escribir paralelamente otros textos en un libro que apuntaba a mostrar una sola visión. 

En la oportunidad (fines del año 2014), explique estas razones al editor del libro Yuri Pérez, en un email y una reunión personal en la entrada de la biblioteca pública. Allí también de buena fe, comente los avances de mi investigación y mis impresiones respecto a la cultura local.

Pero curiosamente, luego de esa reunión, no tuve más noticias de ese libro. Meses más tarde lo vería ya editado, con varias de las ideas de formato y contenido de mi investigación. Estas eran: La separación en capítulos temáticos; el ordenamiento en reseñas separadas y breves de lugares, instituciones, etc.; el uso de datos duros y rigurosos como nombres, fechas, ubicación; la intención del énfasis en lo contemporáneo, partiendo desde la década 80, etc. 
Algo de mi material aparece en las páginas 100 y 101, con la cita correspondiente, pero otros datos de mi trabajo, que completan la página, no están citados.

Sé que no es posible probar estas “coincidencias”, sobretodo porque mi anterior texto permanece inédito. Puede ser cierto también que las ideas no son de nadie. Pero si es reprochable, cuando estas son desvirtuadas y desprovistas de su espíritu original para otros fines. Solo puedo exponer esta situación y lejos de ser una queja, es una oportunidad para cuestionar de fondo una verdad que parece ser la única posible. 


GATO POR LIEBRE
Desde un principio este no era un libro de investigación, ni de análisis, ni de cuestionamientos respecto al desarrollo cultural. Su objetivo principal era mostrar aquello considerado como lo mejor de la comuna y las obras del gobierno comunal, y tal vez de paso fomentar el turismo y la identidad, a lo que se agregó la promoción de la gestión edilicia en otras áreas.
Ningún texto así, requiere de una profunda investigación, ni ser riguroso en los datos históricos, ni en la interpretación de estos. Pues, la neutralidad y el contraste de varias fuentes confiables, son para trabajos situados desde otra acera.
Tampoco necesita cuestionar los supuestos, pues estos, como el concepto de identidad y la noción de cultura o de arte, para la visión municipal ya están pre definidos. 
Todo esto es perfectamente válido, si se presenta explícitamente, incluso si este fuera derechamente un libro de Marketing municipal, sería una opción. 

Pero aquí se nos quiso presentar como otra cosa, como varias cosas, demasiadas cosas simultáneas. 
Tal vez habría sido posible lograr una cierta objetividad, dando libertad a la expresión de diferentes miradas. O lograr cierta coherencia, repensando un camino claro. Habría sido posible acercarse a lo contemporáneo, con un trabajo previo. O fundamentar lo que se entiende por Identidad, con apoyo teórico, etc.

Pero todo esto requiere renunciar, parcialmente al menos, a objetivos de marketing o relaciones públicas. Superar la mirada conservadora, anacrónica de la cultura. Dejar atrás el “cosismo”, el “eventismo”, entender al patrimonialismo como parte y no como toda la identidad. Poner la política, la gestión, al servicio de la cultura y no al revés, en fin, requiere de un proyecto cultural serio y social. 
Añadir leyenda


UN BUEN USO DEL LIBRO

Otras críticas de artistas locales al contenido de este libro, han subrayado su desactualizada visión del panorama artístico comunal, la exclusión de varios nombres importantes y la obsesión por una cultura que pertenecería a las familias del San Bernardo antiguo. Incluso, en Septiembre pasado, se sugería usar el libro como combustible para el asado dieciochero.

Aunque comparto esas observaciones, creo que apenas estamos percibiendo los síntomas de un síndrome mayor; la cooptación de creadores y centros culturales para girar en torno a la cultura de la añoranza, estancando así la creación artística y el desarrollo y expansión de expresiones culturales. 

Reconozco haberme sentido tentado de darle utilidad al libro, avivando las llamas de mi parrilla con esta gordita edición, generosa en aire, que tal vez, hubiese exorcizado mis sospechas de plagio y mi tendencia a dudar de nuestra identidad.

Pero creo que un esfuerzo como este, merece un mejor destino: Por ejemplo como libro de autoayuda. Para aquellos momentos de incertidumbre, cuando nuestra comuna nos parezca una favela, cuando necesitemos un poco de esperanza, humor y fantasía, las brillantes páginas de Memoria y Actualidad, podrían iluminar nuestra debilitada fe. 
Pero su mayor utilidad hoy, es como material de reflexión para autoridades, candidatos, funcionarios, gestores y artistas, sobre lo que no se debe hacer en políticas culturales.




MEJOR HAGAMOS UN BUEN DEBATE

Es sabido que como yo, muchos artistas locales, no compartimos la visión, ni la orientación de las políticas municipales en cultura, ni nos corresponde aportar para corregirla, sino para construir un proyecto nuevo y apropiado a la gente y los tiempos.
Pero esta convicción no responde a intenciones personalistas, electoreras o destructivas, sino al contrario. Todo actor de la cultura tiene responsabilidad no solo con su obra, sino también con el desarrollo cultural local.
Es sano preguntarse, cuál es actualmente el rol de los artistas y gestores locales. ¿Todos están comprometidos con este tipo de cultura, o solo no se han detenido a reflexionar el tema?

Quienes frecuentan los espacios oficiales ¿se identifican totalmente con esta visión hegemónica, o solo la siguen por compromiso, comodidad, falta de audacia, o poca reflexión?

Aquellos que trabajan en el municipio o instancias estatales ¿Pueden expresar su opinión crítica o deben asimilar este enfoque como propio y a tiempo completo?
Y quienes no participan en estas instancias ¿Contrarrestan este discurso con alguna propuesta o solo repiten la misma historia?
Así, este estado de cosas, facilita que muchos (as), quiéranlo o no, con pie derecho o pie izquierdo, terminen bailando la almidonada mazurca de la identidad oficialista. 

Es evidente que existe dificultad para hacerse preguntas acerca de que cultura estamos haciendo y por qué. Por eso es importante abrir y enriquecer el debate, no solo respecto al libro en particular, sino a propósito del mismo, y lo que implica esta visión de la cultura local, que con recursos públicos se transmite a través de este y otros medios.


El tema no es si el contenido de San Bernardo Memoria y actualidad, trascenderá o no como material de análisis, o de consulta. Sino cual es la visión de cultura que lo sustenta.

Cuáles son las políticas que surgen de esta visión. Cual el camino que los creadores han tomado.


Abrir estas reflexiones es necesario y urgente, en una ciudad que produce arte y cultura a montones, pero aun así, vive una profunda crisis cultural.


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