domingo, 6 de diciembre de 2015

SUBPRODUCTOS DEL MERCADO MUNICIPAL


Por Jean Catreypan.
De niño acompañe a mis padres y abuelos al Mercado Municipal de San Bernardo. Antes de los grandes y de los pequeños supermercados, antes de las distribuidoras de abarrotes, mucho antes de galerías o persas, y a años luz de los malls, este era el centro comercial y social popular de la ciudad.
Sanbernardinos y gente de las comunidades rurales, visitaba el mercado para surtirse de hierbas, verduras o conservas en El Baratillo (llamado supermercado, pero que era más parecido a un puesto de abarrotes), o a mi lugar favorito: el puesto de cambio de revistas, ubicado en una de las salidas a calle Bulnes. Allí podíamos sumergirnos en el mundo del Pato Donald, Tio Rico, Kaliman, Sandokan, Bugs Bunny, Tarzán mientras mi madre escogía números de Paula, Vanidades, Rosita, etc.
En el galpón interior, la luz se filtraba desde los altos ventanales hacia los claveles y rosas, o entre las hortalizas o frutas de estación. En el patio, varias marisquerías, nos acercaban a las delicias de la costa. Sobre esta estructura de concreto se apoyaban algunos músicos de rancheras o boleros, o algún pelusita o borrachito que hacía sonar un cacho o una peineta.


Alrededor se ordenaban las carnicerías, con sus cortinas de tiras de colores y sus llamativos letreros y pizarras, que anunciaban las ofertas del día en subproductos. En una época en que la carne era un lujo, estos cortes, más económicos y muy arraigados en la dieta popular, eran de consumo frecuente.
Mis tíos tenían una de esas carnicerías especializadas en subproductos, tras esa actividad estaba el enorme conocimiento del mundo de los matarifes, cargadores y carniceros del barrio Franklin, pero que también tuvo un pasado en San Bernardo, en la antigua recova de calles Eyzaguirre y Covadonga y en el matadero ubicado a principios del siglo XX, en lo que hoy es la esquina de América y Colón. 

En los hogares sanbernardinos era común el consumo de chunchules, patas, mollejas, orejas, etc. Durante la crisis económica de los 80 estos subproductos se convirtieron en suplementos proteicos de muchas familias.

Trabajadores ferroviarios, industriales y campesinos acostumbraban a realizar cocimientos de subproductos o parrillas con longanizas y prietas producidas en el mismo mercado, que se acompañaban de un buen chuico de tinto traido de los cercanos valles del Maipo.

Nunca pude olvidar cuando explorando en la carnicería oí un extraño zumbido y por curiosidad de niño de 6 años abrí una puesta trasera y vi una imagen chocante e inolvidable. Uno de mis tíos vestía una pechera blanca empapada en sangre con una sierra eléctrica en su mano, mientras en el piso la cabeza cercenada de una vaca me miraba con ojos fijos. Mi tío al ver mi rostro de espanto, gritó ¡salga de aquí mijo! cierre la puerta! y llamo inmediatamente a mis padres.  


Pese a esa experiencia, los subproductos que han quedado en mi de ese mercado, son gratos recuerdos de un lugar lleno de vida, colores y aromas, que aún permanece, como anciano inmovil, postergado por la modernidad.

CANTO A LO POETA EN ACULEO


El Canto a lo Poeta es una tradición chilena, propia de la zona central, que tiene también exponentes en la provincia de Maipo. Entre las décadas 80 y 2000, sus cultores, que no superan la docena, mantienen aún viva la práctica de este arte en la zona de Aculeo, comuna de Paine.
El Canto a lo Poeta se divide en dos expresiones: El canto a lo divino y canto a lo humano. La primera se refiere a la espiritualidad y religiosidad popular, a través de versos que relatan e interpretan las escrituras bíblicas. 
Mientras que el canto a lo humano, con pocos exponentes hoy en día, expresa lo sucedido a las personas comunes o héroes de la nación, episodios históricos, leyendas, relatos, noticias de actualidad, etc.  Se caracteriza por el uso abundante del ingenio y la sabiduría popular.

La Agrupación de Cultores, Cantares y Tradiciones de Aculéo es una organización formada en 2004, por exponentes del canto a lo poeta de la zona.
El objetivo de la agrupación es preservar y mantener viva esta tradición, valorando a los cultores locales.
Uno de ellos es el fallecido cantor José Orlando Rodríguez, quien  impulsa su formación, junto a cantores y habitantes de las localidades de Peralillo, Los Hornos, Rangue y Pintué.

Al poco tiempo contaran con el apoyo de  la I. Municipalidad de Paine y las parroquias, escuelas y vecinos de Aculéo. En la siguiente década lograran organizar encuentros de cantores con adjudicándose proyectos FONDART del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.  

FIRULETE, LA ETERNA CREATIVIDAD DE UN SANBERNARDINO.




JORGE ROMERO “FIRULETE”     
1929 – 2015.   
Jorge Romero Donoso deja este mundo en Noviembre de 2015. Es uno de los más destacados humoristas y comediantes chilenos. Su influencia como cuenta chistes, creador, intérprete de personajes y realizador de  libretos de radio y televisión, radica en su uso consecuente del humor blanco y en la creatividad en el uso de giros lingüísticos chilenos, en libretos de su autoría.
En su vasta trayectoria en Chile desde 1969, destaca principalmente por sus personajes y sus “Telechácharas”.

En la memoria de la gente han quedado personajes como  El Pollito (un niño de cándida inocencia), Firulete (Un chileno medio, de contagiosa risa, que hace juegos de palabras y se ríe hasta de el mismo),  Pepe Pato (José Patricio, un chileno de clase alta o que aparenta serlo, de hablar modulado y siútico, que en el futuro será emulado por muchos humoristas, como el prototipo del High, el paltón o el cuico).

Por largos años, Jorge Romero fue vecino de San Bernardo en su casa cercana a la estación de ferrocarriles, pero se le veía poco, ya que se encerraba largas horas en su habitación - estudio para escribir. Nadie, ni su familia, podía molestarlo. Terminaba un libreto diferente cada día, para sus programas o actuaciones. El resultado podía escucharse cada  mediodía en radio Portales AM, en su programa La Bandita de Firulete, un clásico radial de los años 70.

En 1979 llega al Festival Internacional de Viña del Mar. En una sobria actuación, cuenta chistes con la voz de sus personajes. No requiere de disfraces, ni apoyo audiovisual, ni bailarines, para conquistar al público y obtener Gaviota de Plata, en el mayor reconocimiento a su trayectoria.

A finales de la década 70 y comienzos de los 80, populariza en el programa de televisión Vamos a ver con Raúl Matas, el espacio Las Telechácharas. Allí Firulete aparece en primer plano dentro del marco de un televisor de la época, en un dialogo ficticio con personajes del cine y la TV, en un collage hecho con recortes de video tapes de películas, series o programas de TV.
Participa también en los programas de TV: El Festival de la Una (Televisión nacional de Chile, 1985), Mediomundo y Una vez más (canal 13 Universidad Católica, 1990 -1992),
En una época de implacable censura en los medios, Firulete se las ingenia para crear libretos que rompen la solemnidad  de los programas de etiqueta como el de Raúl Matas,  utilizando un léxico y acento popular, junto con chistes de tono familiar, no exentos de una mirada aguda sobre los chilenos.

Creatividad de nuestra ciudad, convertida en el humor de todo un país y que trasciende el tiempo.
Las telechacharas, ver video:  https://www.youtube.com/watch?v=jokBtbZbwCQ