domingo, 5 de febrero de 2017

FESTIVAL NACIONAL DEL FOLKLÓRE DE SAN BERNARDO: PASOS DISCORDANTES


PARTE I
                                                                                                Por: Mario Celis

¿Hacia dónde va el festival del Folklóre?, ¿Qué entendemos por folklóre?

El pasado, presente y futuro del Festival del Folklóre en esta mirada no oficial. 

Una versión más del Festival nacional del Folklóre de San Bernardo, genera como cada año, opiniones encontradas acerca de su origen y hacia dónde debería tomar rumbo.
En la prensa ha vuelto a aparecer la polémica con el Festival del huaso del municipio de Olmué. Pugna entre dos gestiones edilicias por la frase Capital del Folklóre. Acuñada desde los inicios del evento sanbernardino y consolidada como slogan comunal.
No son comunas vecinas, ni cercanas en población, territorio o historia, por tanto no existe una autentica rivalidad entre ambas.
Desde San Bernardo se afirma que se trataría de dos festivales muy disimiles. El festival de Olmué tomo la legítima opción de comercializar y adaptar su festival a un formato de show televisivo, pero lamentablemente apropiándose de una frase ajena.
San Bernardo en cambio, asegura mantener aún su compromiso inicial con el desarrollo y difusión del folklóre nacional.


EL ORIGEN 
Y MISIÓN 
DEL FESTIVAL
No son pocos las comunas que hoy, a través de sus municipios, se autoimponen el desafío de ser cuna de tradiciones e identidad nacional. Pero en el caso de San Bernardo, su festival ya venía desde varias décadas atrás, con una misión bien específica: Ser la sede de la muestra anual de lo mejor del folklóre nacional.

El lema Capital del folklóre, se refiere entonces a la capital, como un lugar principal. En este caso, la ciudad donde se concentra cada año, el resumen de la labor realizada en todo el país para preservar y difundir las tradiciones chilenas.
Tradiciones montadas en un escenario, en formato de arte o espectáculo para un público masivo, a través de la llamada Proyección folklórica. Es decir la representación escénica de las costumbres, ritos, leyendas de todas las zonas de Chile, a través del habla, cantos, danzas y poesía. Patrimonio de aproximadamente uno o dos siglos de antigüedad como mínimo.
Con el respectivo vestuario, escenografía e implementos, los conjuntos seleccionados de cada región, estudian, practican y representan escénica y musicalmente estas expresiones. 
No hay un ganador, y los conjuntos reciben una serie de observaciones de un jurado especializado, a fin de reconocer, mejorar sus trabajos y continuar su labor de estudio y preservación de las tradiciones.

Es precisamente la misión de origen del festival sanbernardino, el elemento más importante, que lo diferenciaría de otros festivales de cueca, danzas o de canciones de raíz, y mucho más aún de los festivales de entretención o de música popular veraniegos.

El motivo de su instauración en la comuna el año 1972, no responde a una iniciativa municipal para mejorar el turismo, el comercio, o crear actividades de verano, o promover la labor del municipio (aunque en el futuro estos objetivos serán muy aplicados por las gestiones municipales).
Su génesis, es una estrategia planificada por la Confederación nacional de conjuntos folklóricos, para organizar y regular los certámenes relativos al folklore a nivel local, provincial y nacional (Salazar, 2015). 
Esta idea inicial pretende difundir las expresiones folklóricas y resumir el trabajo sin fines de lucro, de los conjuntos de todo Chile, en una muestra donde solo llegan los mejores, tras selecciones provinciales (y regionales luego de la regionalización).
Cuando San Bernardo adopta el festival, este compromiso se renueva y es asumido por todas sus organizaciones e instituciones, especialmente por su organización folklórica local. 
A través de los años, la vocación folklórica del festival y sus redes por todo Chile, se consolida con un sólido trabajo de estudios folklóricos, investigación, talleres, seminarios, etc.

El festival sanbernardino tiene claro que su mandato original de compromiso con el folklóre, es su mayor potencial. Sin embargo el paso del tiempo hace surgir nuevos formatos, ideas o situaciones, que ponen en duda este compromiso inicial.
¿Cuánto queda hoy de la naturaleza original del festival de San Bernardo?
¿Qué tan lejos está hoy, de igualarse al Festival del huaso de Olmué?

En el debate interno, el festival se ha enfrentado desde siempre, a visiones contrapuestas sobre su misión. Como también a definiciones confusas y hasta contradictorias, sobre que significa el concepto Folklóre y ser la Capital del folklóre en el Chile de hoy, donde todo lo referido a la cultura e identidad, parece haber perdido el interés de las mayorías.
De hecho, la misma elección de San Bernardo como sede del evento, surge de una pugna sobre diferentes miradas del folklóre, con trasfondo ideológico.
Pareciera que desde esa disputa inicial, y pesar de los años, estas visiones vuelven a encontrarse y a contraponerse una y otra vez.
Hoy, la amenaza de que otra comuna se atribuya ser la capital del folklóre, es mínima ante aquellas que los propios sanbernardinos perciben, según sus visiones discrepantes, del presente y futuro del festival.
Estas se refieren, por un lado, al peligro de perder su esencia folklórica y convertirse en un espectáculo más, que reniega de su propia identidad. Por el lado contrario, al riesgo de un festival que podría anclarse en un tradicionalismo anacrónico, sin lograr adaptarse al siglo XXI.
El festival se ve enfrentado a varios caminos posibles. Según decisiones que responden a objetivos folklórico artísticos, en contraposición a decisiones económicas, o político administrativas de la gestión municipal de turno.






PROYECCIÓN FOLKLÓRICA 
V/S SHOW ARTÍSTICO
Algunas visiones discrepantes acerca de lo que el festival debería ser, son las siguientes:[1]

Un Festival únicamente folklórico:
Por un lado está la visión de los amantes de un folklóre serio, de investigación, o pedagógico, que prioriza la mantención de su carácter cultural y educativo, de salvaguarda y difusión de la tradición folklórica. Esta propondría continuar con los cuadros de proyección folklórica como plato principal y como valor integral de todo el festival y sus eventos anexos.
Todo esto implicaría conservar la participación de conjuntos folklóricos seleccionados en cada región, continuar fortaleciendo las organizaciones folklóricas, continuar con un jurado integrado por estudiosos del folklóre, entre otras cosas.
Inevitablemente, exigiría mantener a raya la presencia de cualquier manifestación artística “festivalera”, que pudiera quitar protagonismo al folklóre, o peor aún, desplazarlo por artistas o ritmos de moda.
Aunque esta postura no se opone a los invitados internacionales, la idea es que sean precisamente invitados, a un evento donde predomine el folklore chileno.
Tampoco estaría contra los grupos de danza, ni contra los ballets folklóricos, solo que plantearía que su presencia no copara toda la programación, dando prioridad a los cuadros de proyección, e incluyendo artistas que abordan expresiones de raigambre nacional, como poetas populares, estudiantinas, chinchineros, etc.


Para esta visión más cercana a la tradición, la amenaza mayor es que los cuadros de proyección folklórica pierdan protagonismo tarde o temprano, como sucedió en el Festival de Viña del Mar con la competencia folklórica, minimizada y desplazada por el show internacional.

Un festival internacional
En otro extremo esta la alternativa de tener un Festival Internacional del Folklóre de San Bernardo, considerando el éxito que ha tenido la presencia de conjuntos invitados de otros países, con algunas jornadas con más de un número extranjero.
El programa, tendría la actuación cada jornada de un grupo latinoamericano o de otro continente, exclusivamente folklórico.
El argumento en contra es el alto costo que tendrían los traslados y estadías, que podría evitarse con conjuntos de inmigrantes extranjeros viviendo en Chile, que representarían a sus países.

Un Festival pop:
Más extrema aún, es la idea que demandan quienes preferirían un festival volcado hacia la mayoritaria población de la comuna de estratos más bajos: Un Show artístico segmentado de música popular.
Canciones del recuerdo para adultos y ritmos de moda para jóvenes.
Reggetón, bachata, hip hop, cumbia, reggae o fusiones de todas las anteriores, funcionarían de maravilla junto a baladas, boleros, nueva ola y rock de los 80 y 90.
Si se agregan humoristas, quedaría convertido en un festival de verano que podría fomentar el turismo.
Con una buena “cara de palo” y conservando una mesurada dosis de folklóre, (algún ballet folklórico más destapado, por ejemplo), podría seguir llamándose Festival del folklóre, o bien optar por un nombre más cercano al pueblo, como: “Festival Folclór en guena” o “Sanbeka folclor con todo el flow”.                                                                                         
Acostumbrar al público a este formato actualizado, podría ser solo cosa de tiempo si se ignoran los reclamos.

Un festival multicultural
Aprovechando el fenómeno de inmigración y los residuos de la globalización, no son pocos quienes estarían por un festival del Folklóre multicultural, intercultural, integral, ancestral, diverso y sustentable. Poco importaría si sus contenidos son tradicionales o no. Lo importante sería la libre fusión de los más variados ritmos y culturas, en un afán integrador y terapéutico.
Bajo la creencia de que el folklóre se apolilla en un tradicionalismo anacrónico y poco conectado con el cosmos, nada mejor que refrescarlo con ritmos afro, danzas de la India, danzas folklóricas de Latinoamérica (ojalá fusionadas) y tambores, muchos tambores.
También una gran feria “autogestionada” al aire libre donde todos puedan “tirar el paño”.  
Para estimular la meritocracia, solo los más innovadores tendrían concesiones de restaurants gourmet o food trucks. Asi, el festival podría adoptar un nombre más sofisticado, como “San Bernardo Folk Fest” o “SNBK Traditión land”.
Hippizar el festival de este modo, implicaría tal vez un cambio de conciencia mayor, que solo se podrá lograr una vez que cada uno de nosotros cambiemos por dentro.


Un festival Espectáculo folklórico - misceláneo
La fusión de todas estas visiones disimiles, parece muy inviable en el esquema actual, si suponemos que al privilegiar cualquier show, los conjuntos de proyección quedarían en segundo plano y viceversa.  Sin embargo los organizadores vienen ofreciendo hace ya varios años, una combinación de estos modelos.
Una programación cada vez más miscelánea, que incluye a conjuntos folklóricos (prioritariamente ballets folklóricos, grupos de danzas chilenas y extranjeras, junto a intérpretes clásicos de la canción de raíz folklórica de Chile o Latinoamérica). Los cuadros de proyección y números de folklóre con más investigación, continúan, aunque en franca disminución.
El programa también incluye a figuras invitadas de los más variados estilos musicales, algunos con cierta cercanía al folklóre, otros sin ninguna relación. Artistas conocidos de música del recuerdo, música tropical, rock, baladistas románticos, etc. Estos números, aunque no sean folklóricos, son presentados como el plato fuerte de cada jornada.
Esto crea una segmentación del público, que elige el día para asistir, según el artista estelar de cada noche.



Al parecer la idea es adaptarse a los gustos populares con un espectáculo más entretenido, colorido, con más visualidad, donde abundan los homenajes y lugares comunes. Un show orientado especialmente a un público adulto y adulto mayor.
Se presume que este público necesita y merece pasarlo bien, con contenidos de calidad, pero no muy sesudos.
Se trata de ofrecer folklóre, pero con más entretención, sin mostrar lo “negativo” de Chile como la pobreza campesina, minera o indígena.  Algo más estimulante que la escena de una familia de Achao que toman mate, hablan con acento chilote y hacen el paso escobillado de la pericona.

Ya hay quienes creen que por este camino, inevitablemente el folklore de proyección será arrinconado y finalmente desalojado. En su lugar podrían sobrevivir las expresiones más coreográficas, bajo un concepto de folklóre adaptable y no menos ideologizado.
 











[1] Estas ideas surgen de conversaciones y comentarios triviales recogidos de personas de diferentes edades y estratos sociales de la comuna y alrededores.  El lector puede hacer un sondeo similar, preguntando la opinión a personas de diversos espacios y comprobar que son ideas ciertas, que están en el aire.

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