PARTE I
Por: Mario Celis
¿Hacia dónde
va el festival del Folklóre?, ¿Qué entendemos por folklóre?
El pasado, presente y futuro del Festival del Folklóre en esta mirada no oficial.
Una versión más del Festival nacional del Folklóre
de San Bernardo, genera como cada año, opiniones encontradas acerca de su
origen y hacia dónde debería tomar rumbo.
En la prensa ha vuelto a aparecer la polémica con
el Festival del huaso del municipio de Olmué. Pugna entre dos gestiones
edilicias por la frase Capital del
Folklóre. Acuñada desde los inicios del evento sanbernardino y consolidada
como slogan comunal.
No son comunas vecinas, ni cercanas en población,
territorio o historia, por tanto no existe una autentica rivalidad entre ambas.
Desde San Bernardo se afirma que se trataría de dos
festivales muy disimiles. El festival de Olmué tomo la legítima opción de
comercializar y adaptar su festival a un formato de show televisivo, pero lamentablemente
apropiándose de una frase ajena.
San Bernardo en cambio, asegura mantener aún su
compromiso inicial con el desarrollo y difusión del folklóre nacional.
EL ORIGEN
Y MISIÓN
DEL FESTIVAL
No son pocos las comunas que hoy, a través de sus
municipios, se autoimponen el desafío de ser cuna de tradiciones e identidad nacional.
Pero en el caso de San Bernardo, su festival ya venía desde varias décadas atrás,
con una misión bien específica: Ser la sede de la muestra anual de lo mejor del
folklóre nacional.
El lema Capital del folklóre, se refiere entonces a
la capital, como un lugar principal. En este caso, la ciudad donde se concentra
cada año, el resumen de la labor realizada en todo el país para preservar y
difundir las tradiciones chilenas.
Tradiciones montadas en un escenario, en formato de
arte o espectáculo para un público masivo, a través de la llamada Proyección
folklórica. Es decir la representación escénica de las costumbres, ritos, leyendas
de todas las zonas de Chile, a través del habla, cantos, danzas y poesía. Patrimonio
de aproximadamente uno o dos siglos de antigüedad como mínimo.
Con el respectivo vestuario, escenografía e
implementos, los conjuntos seleccionados de cada región, estudian, practican y
representan escénica y musicalmente estas expresiones.
No hay un ganador, y los conjuntos reciben una
serie de observaciones de un jurado especializado, a fin de reconocer, mejorar
sus trabajos y continuar su labor de estudio y preservación de las tradiciones.
Es precisamente la misión de origen del festival
sanbernardino, el elemento más importante, que lo diferenciaría de otros festivales
de cueca, danzas o de canciones de raíz, y mucho más aún de los festivales de
entretención o de música popular veraniegos.
El motivo de su instauración en la comuna el año
1972, no responde a una iniciativa municipal para mejorar el turismo, el
comercio, o crear actividades de verano, o promover la labor del municipio
(aunque en el futuro estos objetivos serán muy aplicados por las gestiones
municipales).
Su génesis, es una estrategia planificada por la
Confederación nacional de conjuntos folklóricos, para organizar y regular los
certámenes relativos al folklore a nivel local, provincial y nacional (Salazar,
2015).
Esta idea inicial pretende difundir las expresiones
folklóricas y resumir el trabajo sin fines de lucro, de los conjuntos de todo
Chile, en una muestra donde solo llegan los mejores, tras selecciones
provinciales (y regionales luego de la regionalización).
Cuando San Bernardo adopta el festival, este
compromiso se renueva y es asumido por todas sus organizaciones e instituciones,
especialmente por su organización folklórica local.
A través de los años, la vocación folklórica del
festival y sus redes por todo Chile, se consolida con un sólido trabajo de
estudios folklóricos, investigación, talleres, seminarios, etc.
El festival sanbernardino tiene claro que su mandato
original de compromiso con el folklóre, es su mayor potencial. Sin embargo el
paso del tiempo hace surgir nuevos formatos, ideas o situaciones, que ponen en
duda este compromiso inicial.
¿Cuánto queda hoy de la naturaleza original del
festival de San Bernardo?
¿Qué tan lejos está hoy, de igualarse al Festival
del huaso de Olmué?
En el debate interno, el festival se ha enfrentado
desde siempre, a visiones contrapuestas sobre su misión. Como también a
definiciones confusas y hasta contradictorias, sobre que significa el concepto
Folklóre y ser la Capital del folklóre
en el Chile de hoy, donde todo lo referido a la cultura e identidad, parece
haber perdido el interés de las mayorías.
De hecho, la misma elección de San Bernardo como
sede del evento, surge de una pugna sobre diferentes miradas del folklóre, con
trasfondo ideológico.
Pareciera que desde esa disputa inicial, y pesar de
los años, estas visiones vuelven a encontrarse y a contraponerse una y otra
vez.
Hoy, la amenaza de que otra comuna se atribuya ser
la capital del folklóre, es mínima ante aquellas que los propios sanbernardinos
perciben, según sus visiones discrepantes, del presente y futuro del festival.
Estas se refieren, por un lado, al peligro de
perder su esencia folklórica y convertirse en un espectáculo más, que reniega
de su propia identidad. Por el lado contrario, al riesgo de un festival que
podría anclarse en un tradicionalismo anacrónico, sin lograr adaptarse al siglo
XXI.
El festival se ve enfrentado a varios caminos
posibles. Según decisiones que responden a objetivos folklórico artísticos, en
contraposición a decisiones económicas, o político administrativas de la
gestión municipal de turno.
PROYECCIÓN FOLKLÓRICA
V/S SHOW ARTÍSTICO
Algunas visiones discrepantes acerca de lo que el
festival debería ser, son las siguientes:
Un Festival únicamente folklórico:
Por un lado está la visión de los amantes de un
folklóre serio, de investigación, o pedagógico, que prioriza la mantención de
su carácter cultural y educativo, de salvaguarda y difusión de la tradición
folklórica. Esta propondría continuar con los cuadros de proyección folklórica
como plato principal y como valor integral de todo el festival y sus eventos
anexos.
Todo esto implicaría conservar la participación de
conjuntos folklóricos seleccionados en cada región, continuar fortaleciendo las
organizaciones folklóricas, continuar con un jurado integrado por estudiosos
del folklóre, entre otras cosas.
Inevitablemente, exigiría mantener a raya la
presencia de cualquier manifestación artística “festivalera”, que pudiera
quitar protagonismo al folklóre, o peor aún, desplazarlo por artistas o ritmos
de moda.
Aunque esta postura no se opone a los invitados
internacionales, la idea es que sean precisamente invitados, a un evento donde
predomine el folklore chileno.
Tampoco estaría contra los grupos de danza, ni
contra los ballets folklóricos, solo que plantearía que su presencia no copara
toda la programación, dando prioridad a los cuadros de proyección, e incluyendo
artistas que abordan expresiones de raigambre nacional, como poetas populares,
estudiantinas, chinchineros, etc.
Para esta visión más cercana a la tradición, la
amenaza mayor es que los cuadros de proyección folklórica pierdan protagonismo
tarde o temprano, como sucedió en el Festival de Viña del Mar con la
competencia folklórica, minimizada y desplazada por el show internacional.
Un festival internacional
En otro extremo esta la alternativa de tener un
Festival Internacional del Folklóre de San Bernardo, considerando el éxito que
ha tenido la presencia de conjuntos invitados de otros países, con algunas
jornadas con más de un número extranjero.
El programa, tendría la actuación cada jornada de
un grupo latinoamericano o de otro continente, exclusivamente folklórico.
El argumento en contra es el alto costo que
tendrían los traslados y estadías, que podría evitarse con conjuntos de
inmigrantes extranjeros viviendo en Chile, que representarían a sus países.
Un Festival pop:
Más extrema aún, es la idea que demandan quienes
preferirían un festival volcado hacia la mayoritaria población de la comuna de
estratos más bajos: Un Show artístico segmentado de música popular.
Canciones del recuerdo para adultos y ritmos de
moda para jóvenes.
Reggetón, bachata, hip hop, cumbia, reggae o
fusiones de todas las anteriores, funcionarían de maravilla junto a baladas,
boleros, nueva ola y rock de los 80 y 90.
Si se agregan humoristas, quedaría convertido en un
festival de verano que podría fomentar el turismo.
Con una buena “cara de palo” y conservando una
mesurada dosis de folklóre, (algún ballet folklórico más destapado, por
ejemplo), podría seguir llamándose Festival del folklóre, o bien optar por un
nombre más cercano al pueblo, como: “Festival Folclór en guena” o “Sanbeka folclor
con todo el flow”.
Acostumbrar al público a este formato actualizado,
podría ser solo cosa de tiempo si se ignoran los reclamos.
Un festival multicultural
Aprovechando el fenómeno de inmigración y los
residuos de la globalización, no son pocos quienes estarían por un festival del
Folklóre multicultural, intercultural, integral, ancestral, diverso y
sustentable. Poco importaría si sus contenidos son tradicionales o no. Lo
importante sería la libre fusión de los más variados ritmos y culturas, en un
afán integrador y terapéutico.
Bajo la creencia de que el folklóre se apolilla en
un tradicionalismo anacrónico y poco conectado con el cosmos, nada mejor que
refrescarlo con ritmos afro, danzas de la India, danzas folklóricas de Latinoamérica
(ojalá fusionadas) y tambores, muchos tambores.
También una gran feria “autogestionada” al aire
libre donde todos puedan “tirar el paño”.
Para estimular la meritocracia, solo los más
innovadores tendrían concesiones de restaurants gourmet o food trucks. Asi, el
festival podría adoptar un nombre más sofisticado, como “San Bernardo Folk Fest”
o “SNBK Traditión land”.
Hippizar el festival de este modo, implicaría tal
vez un cambio de conciencia mayor, que solo se podrá lograr una vez que cada
uno de nosotros cambiemos por dentro.
Un festival Espectáculo folklórico - misceláneo
La fusión de todas estas visiones disimiles, parece
muy inviable en el esquema actual, si suponemos que al privilegiar cualquier
show, los conjuntos de proyección quedarían en segundo plano y viceversa. Sin embargo los organizadores vienen
ofreciendo hace ya varios años, una combinación de estos modelos.
Una programación cada vez más miscelánea, que
incluye a conjuntos folklóricos (prioritariamente ballets folklóricos, grupos
de danzas chilenas y extranjeras, junto a intérpretes clásicos de la canción de
raíz folklórica de Chile o Latinoamérica). Los cuadros de proyección y números
de folklóre con más investigación, continúan, aunque en franca disminución.
El programa también incluye a figuras invitadas de
los más variados estilos musicales, algunos con cierta cercanía al folklóre,
otros sin ninguna relación. Artistas conocidos de música del recuerdo, música
tropical, rock, baladistas románticos, etc. Estos números, aunque no sean
folklóricos, son presentados como el plato fuerte de cada jornada.
Esto crea una segmentación del público, que elige
el día para asistir, según el artista estelar de cada noche.
Al parecer la idea es adaptarse a los gustos populares
con un espectáculo más entretenido, colorido, con más visualidad, donde abundan
los homenajes y lugares comunes. Un show orientado especialmente a un público
adulto y adulto mayor.
Se presume que este público necesita y merece
pasarlo bien, con contenidos de calidad, pero no muy sesudos.
Se trata de ofrecer folklóre, pero con más
entretención, sin mostrar lo “negativo” de Chile como la pobreza campesina,
minera o indígena. Algo más estimulante que
la escena de una familia de Achao que toman mate, hablan con acento chilote y
hacen el paso escobillado de la pericona.
Ya hay quienes creen que por este camino, inevitablemente
el folklore de proyección será arrinconado y finalmente desalojado. En su lugar
podrían sobrevivir las expresiones más coreográficas, bajo un concepto de folklóre
adaptable y no menos ideologizado.